Mirar atrás

Reflexión

Ayer como quien dice estaba llorándole a un amor de seis meses como si el mundo se hubiera acabado para mí, como si la vida hubiera cerrado en mis narices todas las puertas que existieran. Más de diez años después, prometido con una persona maravillosa, y a punto de firmar una hipoteca, se me hace tan pequeño aquel bache que hasta me avergüenza un poco…

Lo digo porque he estado releyendo este blog, revisando y formateando todas las entradas, y ay Dios qué tonto era… ja, ja, ja, ja (que raro se me hace escribir “bien” a veces). Me he sentido tan desconectado de ese yo más jóven… y hay tantas cosas que no me gustan… Me he planteado ocultar algunas entradas, por ser directamente de mal gusto —no ya por la turra, sino por la mentalidad—, y tras darle un par de vueltas, he decidido que deben quedarse. Es mi historia, mi pasado, la forma más pura de la persona que era en aquella época, y no quiero renunciar a eso.

Me reconforta saber que soy una persona distinta, que he crecido en estos diez años; qué triste sería resonar aún con todo lo que resonaba entonces, como un disco rallado que se repite y se repite una y otra vez. Ahora escribo menos, mucho menos, y apenas me alcanza el tiempo para mecerme en las aguas de la contemplación, y rascar de su lecho algunos versos que me agraden o que me hagan sentir. También es verdad que yo adoro escribir a la melancolía, al dolor, a la pena… tienen una resonancia especial en mí; la soledad adscrita al desamor, como un contrato maldito del que no puedes huir. Y aunque en mis relatos pueda fantasear con ellas —aunque suene un poco raro—, y volcar todos esos matices en una historia trágica o emotiva, ya no soy así. El vacío que sentí durante tantos años, fruto de la adolescencia y de una supuesta buena fortuna en el juego —que nunca llegué a ratificar—, se fue llenando de sentimientos sin apenas darme cuenta, alejando de mi cotidianidad esos relatos lúgubres y pesarosos hasta casi hacerlos desaparecer en la bruma del olvido.

Aun así, me niego a dejar de escribir, y esta entrada es prueba de ello. Aunque sea más difícil, aunque no se me de tan bien, aunque no sea tan intenso… Me gusta hacerlo, sigo teniendo muchas cosas en la cabeza que resuenan con los ecos de aquel vacío —como supongo que las tenemos todos—, siempre acechando, no dejandome dormir… Me atrevería a decir que no me inspiran por no ser amorosas, pero no significa que no estén ahí, y que no vayan a estarlo siempre.

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